Las erupciones volcánicas que sufrió Lanzarote en el S. XVIII arrasaron con 21 núcleos poblacionales, formando el paso de la lava un nuevo paisaje
“El volcán cambia la historia de Lanzarote” son palabras del historiador y arqueólogo, José de León, tras haber presentado su tesis doctoral sobre los pueblos que fueron sepultados por las erupciones volcánicas del siglo XVIII. El balance final fue de nueve grandes pueblos enteros sepultados bajo la lava: Tingafa, Montaña Blanca, Maretas, Santa Catalina, Jaretas, San Juan, Peña de Plomos, Testeina y Rodeos.
Sus restos se encuentran aún bajo esas rocas oscuras y puntiagudas que presiden el terreno del parque nacional de Timanfaya y sus alrededores. En la actualidad y gracias a los trabajos de investigación de arqueólogos e historiadores sabemos dónde estaban ubicados los núcleos de población de la isla en esa época.
La Caldera de Los Cuervos fue el primer volcán en formarse en este proceso de erupción masiva y continuada. Hoy puede visitarse en una agradable excursión por senderos apacibles que, sin embargo, delatan la magnitud del desastre producido en el siglo XVIII. Se da la circunstancia de que, a no muchos metros, puede observarse el último de los volcanes aparecidos entonces, Montaña Colorada.
Para llegar hasta la Caldera de los Cuervos, cogemos como referencia la Casa-Museo del Campesino y nos dirigimos hacía el pueblo de Masdache, una vez pasado el pueblo giramos a la derecha en la siguiente intersección, a unos 300 metros, nos encontraremos a la izquierda con la caldera y un gran aparcamiento.
La ceniza, la lava, o ambas cosas, enterraron 21 núcleos, desde pueblos hasta aldeas o pagos de tres o cuatro casas. El más grande era Tingafa pero también quedaron bajo el volcán Chimanfaya, que fue el primero en desaparecer, El Chupadero o Santa Catalina, perdiendo completamente sus casas unos 1500 habitantes. Para ubicarnos actualmente en donde se encuentra la Montaña de Tingafa saldremos de Mancha Blanca en dirección a Timanfaya, está a 3,7 kilómetros.
Si se sube desde Yaiza, el punto para aparcar está a 1,7 kilómetros de la entrada al Parque Nacional de Timanfaya, justo al lado de la Montaña Tingafa, exactamente en el punto en que hay un cartel en el que vemos al imponente Diablo de Timanfaya. En ese punto hay un pequeño aparcamiento al que hay que entrar con cuidado por el desnivel entre la carretera y la zona donde poder aparcar.
Otro punto destacado en la historia volcánica de la isla es la cima de la Montaña Ortiz desde donde se puede dar una clase práctica sobre cómo era Lanzarote antes de las erupciones históricas del siglo XVIII. Girando hacia el Norte se podía contemplar el pueblo de Mancha Blanca en su antigua ubicación, y más allá el Cortijo de Iniguadén. Y ese paisaje, y la mirada, lo cruzaba un enorme barranco que corría hasta Mozaga y después se bifurca en dos: el barranco de la arena y el del jable.
Y haciendo el giro completo se podía ver el Pago de Candelaria, y las aldeas de Masintafe y de Testeina, donde aún se conserva un taro y se aprecian, entre la lava, los muros de una casa en el lugar donde tenía la suya Domingo Hernández Fajardo, el abuelo de Clavijo y Fajardo.
Para localizar actualmente la Montaña Ortiz, salimos en dirección hacia el sur desde el cruce de Tinguatón y nos tropezaremos con una zona de aparcamiento bastante amplia, situada a la derecha. Al otro lado, en el margen izquierdo de la carretera, justo enfrente del estacionamiento, se aprecia nítidamente toda la ruta, encuadrada en un camino de tierra en medio de las majestuosas formas de lava de este espacio protegido.
Lo que hoy son las Montañas del Fuego eran llanuras donde se cultivaba cereal. Había vegas fértiles donde pastaban “más vacas que camellos”, había pardelas, tabaibas, veroles, guirres, guinchos, avutardas y unos 5.000 habitantes, de los que se fueron la mitad a pesar de que en los primeros años las autoridades prohibieron la salida. La actividad volcánica no fue continua pero sí insistente.
En las rutas de senderismo que se organizan habitualmente desde Senderismo Lanzarote se interpreta cada detalle de cada punto de la isla antes de la llegada de las erupciones que comenzaron en 1730 y finalizaron seis años después. Conocer el pasado geológico de la isla tras el paso de la lava es un atractivo más para los miles de senderistas que visitan Lanzarote cada año.